
Esta es mi primera entrada al blog, a ti mi querida lectora o lector, te doy la bienvenida, y las gracias por dedicarme tu tiempo. El tema que quiero desarrollar hoy, va dedicado a el niño interior, que todos llevamos dentro y que hoy se ha convertido en un adulto.
¿Qué es el niño interior?
El niño interior, es una metáfora en el que todos tenemos una niña/o interior, que en esas primeras etapas de vida por las razones que sea creó una coraza, para encubrir sus emociones, esto lo hacemos inconscientemente. Como no sabíamos gestionar nuestras emociones, estas se fueron registrando en nuestro cerebro, hoy las conocemos por sombra.
En nuestra etapa de adulto, siempre hay algún momento en el que vamos a vivir alguna situación que nos hace sentir y llegar a lo más profundo de nuestro ser, y como le des mucha vuelta, podemos entrar en la negación, llegar a sentir que no hay salida, sentir tristeza, rabia, abandono, culpa, por no haberlo sabido hacer mejor.
Tenemos tendencia, a culpar al exterior, como la causa de lo que nos sucede. Pero en realidad no es así. Heredamos en nuestro ADN, no solo rasgos físicos, también heredamos, la información de nuestros padres y ancestros, tanto lo bueno, como los asuntos no resueltos en la familia, las emociones que mamá vivió, durante el embarazo, hasta la edad de los 7 años, conocida como primer septenio de vida.
Al nacer la primera herida, que sentimos es la de la separación, (con lo gustito que estábamos en el vientre de mamá). Esto es a nivel emocional, porque sabemos que en estas etapas las capacidades no están desarrolladas, como en nuestra etapa de adulto. Durante los primeros años de nuestra infancia, somos totalmente dependientes de nuestros padres, o progenitores. Aprendemos a adaptarnos a ellos, y al medio que nos rodea. Cuando el niño empieza a aprender a caminar, dar sus primeros pasos, esto lo hacemos, porque tenemos una memoria y vamos registrando inconscientemente todo lo que vemos, escuchamos del ambiente que nos rodea.
A través de nuestros sentidos lo que hacemos es repetir el patrón del ambiente familiar. Nuestro cerebro actúa como un programa de softwares, donde creamos carpetas y separamos la información, donde van a quedar registradas todas las vivencia que hemos tenido en las diferentes etapas de nuestra niñez. En la medida que vamos creciendo, van a influir también la sociedad en la que vivimos, que nos educan, a su imagen y semejanza, nos enseñan, y transmiten lo que aprendieron de sus propios padres, a través de la imposición de normas y reglas de comportamientos.
Hay que entender que tus padres, fueron también programados por sus propios padres, muchas veces peor de lo que ellos hicieron contigo, y también tienen un niño interior herido. Cuando somos pequeños muchos de nosotros, nos hemos tenido que adaptar y convertirnos, en lo que nuestros padres, o personas cercanas, querían que fuésemos. En ese proceso hemos perdido nuestro auténtico yo. Como adultos, no somos conscientes que vamos a manifestar, y atraer aquello que es conocido para nosotros, de acuerdo a nuestras vivencias, o programación de cuando éramos niños.
Hemos aceptado ideas erróneas, creando una personalidad de acuerdo con el ambiente en el que hemos crecido. De adulto, creemos que tenemos el control de nuestras vidas, pero eso es una ilusión. Realmente no somos libres ni tenemos el control. Es nuestro niño interior y sus miedos e inseguridades no sanadas, quien lo tienen. El verdadero poder está en que tú tomes la responsabilidad de amar, cuidar, sanar y abrazar a tu niño interior.
Aprender a sanar las heridas, e inseguridades, el miedo y las creencias negativas, de tu niño interior y que dejes de cargarlas a lo largo de tu vida. Sanar al niño interior es un camino de autodescubrimiento porque deberás viajar atrás en el tiempo para descubrir cuáles han sido esos eventos traumáticos y negativos que aún no has podido superar desde el punto de vista emocional y que te mantienen atado al pasado. En ocasiones este viaje al pasado puede ser doloroso, puesto que hay que profundizar en heridas, pero cuando liberamos ese dolor, ayudamos a nuestro niño interior a sanar y entonces somos libres, podemos mirar el futuro, con más seguridad.
No permitimos que nada nos condicione, en nuestro presente, porque hemos tomado conciencia, de saber que no somos nosotros, sino que actuamos porque tenemos unos programas de la infancia activados.
Gracias por haber llegado hasta aquí en la lectura, hasta la próxima